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domingo, 1 de mayo de 2011
PRIMERO DE MAYO DE 1983. CRÓNICA DE LA JUSTICIA POPULAR.
EL MAGISTERIO Y EL FANTASMA DE FUENTEOVEJUNA
JOSÉ T. CARDOZA OLIVAS
El primero de mayo de 1983, profesores, trabajadores y maestros-alumnos de la Escuela Normal Superior de México, puntualmente acudimos a la cita del día de lucha y fiesta de la Clase Trabajadora. Participaríamos en el contingente de nuestro sindicato, el SNTE. Sumando fuerzas al contingente democrático de la sección 11 integrado por los trabajadores de Bellas Artes, INAH, IPN, UPN, Radio Educación. Coincidiríamos con maestros de preescolar, primaria y secundaria de las secciones 9, 10 del DF y 36 del Valle de México. Sería el contingente de la CNTE.
El Comité Ejecutivo Nacional del SNTE, aplicando la clásica política represiva de los gobiernos del PRI, desde mediados de marzo había estado entrenando en el CETis “Rafael Donde” a un numeroso grupo de choque integrado por gente traída desde Guerrero, Baja California, Michoacán, Veracruz y Jalisco, a los que se agregaban profesores de educación física y de técnicas del DF. [1]
Lejos estábamos de imaginar los maestros que seríamos agredidos por golpeadores y pistoleros al mando de Luis Moreno Bustamante, miembro del CEN del SNTE y perro faldero del entonces líder “moral” del SNTE, Carlos Jonguitud Barrios y su discípula Elba Esther Gordillo Morales, entonces secretaria de finanzas del CEN. [2] [3]
La convocatoria era para reunirnos a las 10 de la mañana en el cruce de las calles Uruguay y Bolívar. De ahí se avanzaría por Uruguay hasta 20 de Noviembre, en dónde tomaríamos a la izquierda rumbo al zócalo. Entrando por 20 de Noviembre daríamos vuelta de nuevo a la izquierda para pasar frente al Monte de Piedad, dando vuelta a la derecha para Catedral y pasar bajo el balcón presidencial y reclamar al PRIísta, Miguel de la Madrid Hurtado, entonces presidente, todas las tropelías que cometían contra el pueblo mexicano. Se aprovecharía para hacer ver a los demás trabajadores que era necesario luchar, rebasar a los líderes “charros” y unirnos como clase trabajadora.
Lejos estábamos de pensar que Jonguitud Barrios nos tenía preparada una sorpresa. Más de 300 golpeadores de “Vanguardia Revolucionaria” el grupo gansteril PRIísta, concentrados en el estacionamiento que todavía existe en el cruce de las calles de Uruguay y Bolívar, iban golpeando a quienes nos acercábamos.
Los golpeadores llevaban chacos de hilo largo y palos de kendo. A las mujeres les daban golpes en las piernas con el hilo de los chacos, y a los varones los sorprendían por atrás y los ahorcaban con el hilo de los chacos. Varios fueron agredidos cobardemente. Los charros pretendían intimidarlos y con groserías les decían que mejor se fueran a sus “pinches” casas porque si los volvían a ver, los iban a “madrear”. Sin embargo, no contaban con el valor de los maestros-alumnos de la ENSM, que molestos por la agresión a varias de sus compañeras que les enseñaron los moretones de sus pantorrillas, se propusieron tomar legítimo desquite. Se fueron poco a poco agrupando hasta llegar a ser 500 aproximadamente y unidos emprendieron un ataque sorpresa contra los charros.
Los maestros-alumnos de la ENSM pronto vieron incrementar su número con la llegada de más compañeros y los miembros de la CNTE. Tres choques en los que los charros sacaron la peor parte ante el empuje de los democráticos, fueron el inicio de una fenomenal corretiza hasta la calle de 20 de Noviembre.
Al pasar el cruce de Uruguay y 5 de Febrero, en medio de la corretiza, un maestro del Valle de México, empezó a gritar, “al camión, al camión, ahí están los palos”. Y efectivamente, estacionado sobre 5 de Febrero, en la parte trasera de un camión con logotipo del SNTE, había más de mil palos perfectamente cortados, de un metro de largo aproximadamente y torneados de uno de los extremos, como bates de beisbol. Jamás imaginaron los charros de Jonguitud y Elba Esther que la CNTE tomaría en sus manos los palos con los que se pretendía serían golpeados.
En pocos minutos, el supuestamente débil contingente de la CNTE agrupaba a más de cinco mil trabajadores, muchos perfectamente armados y dispuestos a enfrentar a los golpeadores, que de perseguidores pasaron a ser perseguidos.
La presencia del ejército, de varios contingentes de soldados armados influyó para detener la fenomenal corretiza. Los charros aprovecharon para reorganizarse y aumentar su número hasta llegar a 500 aproximadamente. El contingente de la CNTE iba en aumento con el paso de los minutos. Más de media hora pasó con gritos, exhortos y amenazas de ambos bandos. Los charros confiados en la presencia de policías y soldados no esperaban que la CNTE siguiera avanzando.
Todo un espectáculo ver a los docentes, a los humildes maestros y maestras de banquillo, a los que con todo amor tratan a los niños, a los admirados profesores de las colonias, barrios y pueblos pobres. Furiosos, indignados por la actitud criminal, indignados y dispuestos a evitar seguir siendo la burla de las huestes de Jonguitud, corear una y otra vez el grito de uno, dos, tres, cuatro…, como señal para avanzar. Con gran dignidad y enojo ante la felonía, los rostros serenos de catedráticos de la ENSM, entre los que nos encontrábamos, esperando no ofender por omisión al Dr. Barroso, Armando Vázquez, Enrique Ávila, Gersahin Lima, Jesús y Rigoberto Nieto López, Ramírez Blanco, José T Cardoza, José Luis Loa, Nestor Santos, Jesús Heras, Esnel, Chanes.
Difícil olvidar a los compañeros del Valle de México, José González Figueroa, Germán Aguilar, Palomino, José Altamirano, Ramón Cuoho, a la maestra Cirila y al entonces recién liberado desaparecido político, maestro-alumno de biología en la ENSM, Ezequiel Reyes Carrillo. De las secciones 10, 9 y 11 del DF, a Carlos Ezequiel, Ernesto Alba, Rafael Torres, Jorge “el cuervo”, Cesar, Gloria Mezquita, Rosario, Ángel, Tere, Tobón, Jorge y Emilio Mejía, Artemio, Cesar Ruvalcaba y a otros muchos compañeros que no acuden en este momento a la memoria.
Estaba fresco el asesinato de Misael Núñez Acosta, de Misael Palma, el secuestro y posterior presentación de Ezequiel Reyes Carrillo, los bajos salarios, y sobre todo la política de austeridad de Miguel de la Madrid y los ataques a la educación pública de Reyes Heroles, la descentralización educativa y el acuerdo 101. Rondaba en medio de todo, el fantasma de la justicia, de la justicia de Fuenteovejuna [4]. Eran cerca de las doce, había transcurrido larga media hora de espera. Media hora de escarceo continuo; hasta que por fin, llegó el momento de la justicia, el momento de deshacer entuertos. Relucía en el rostro del “cheque” Ezequiel Reyes Carrillo, el deseo de cobrarse las torturas a que fue sometido en el campo militar número 1 por el gobierno y los “charros”.
Ernesto Alba y Ezequiel dieron la señal. Con ellos dos al frente avanzamos. Muchos eran los agravios, muchas eran las ofensas y en la conciencia de los humildes maestros quedaba clara la idea final. Había que llegar al zócalo. Poco a poco los gritos del 1, 2, 3… eran sustituidos por el de “zócalo, zócalo…”. Más de 5 mil militantes de la CNTE avanzamos incontenibles rumbo al zócalo. Nada ni nadie sería capaz de parar a la masa enardecida, a la masa en pos de justicia, buscando salir de la prisión que una vez más los charros habían ido tejiendo con un cerco sistemático. Zócalo exclamó la furia y el zócalo como objetivo final fue la meta alcanzada.
Se había roto el cerco “charro”, se había derrotado en la calle a los golpeadores. Muchos charros fueron golpeados con la furia del trabajador que ejerce la clásica justicia de Fuenteovejuna. Las fotos que acompañan al presente describen mejor que miles de palabras.
Al llegar al zócalo, los “charros” del Congreso del Trabajo movilizaron a los golpeadores del sindicato del IMSS, que con motocicletas embestían al magisterio. Funcionó una vez más la justicia de Fuenteovejuna, y a palazos fueron rechazados. Un último esfuerzo “charro” con los golpeadores ferrocarrileros que embistieron con camiones adornados como locomotoras, corrieron la misma suerte que los charros del SNTE y del IMSS. Libre quedaba el camino del balcón presidencial.
Rebasado el aparato represivo, llegamos bajo el balcón presidencial. Seis bandas de guerra y el sonido pretendían acallar la protesta popular. Pero un pueblo decidido a todo jamás será silenciado. Más de 20 minutos el desfile perdió la disciplina, más de 20 minutos tuvo que aguantar Miguel de la Madrid los justos reclamos de la clase trabajadora. Democracia sindical y aumento salarial, no a la represión, freno a la corrupción, eran cánticos repetidos una y otra vez por los humildes trabajadores y maestros que daban al mismo presidente una lección de honestidad y civismo.
Cansados, al fin avanzamos y por Pino Suarez abandonamos el zócalo. Era el 1° de mayo de 1983. En 1985 repetiríamos la hazaña, y a partir de esa fecha se acabó el desfile de “borregos” en que habían convertido el Primero de Mayo. Hoy con desvergüenza el PANista Felipe Calderón busca refugiarse en Roma con el Papa, como una nueva forma de hacernos olvidar el incumplimiento de sus promesas de “para vivir mejor” y “el presidente del empleo”.
De todo ello desprendemos una lección muy sencilla: Los tiempos no han cambiado, cambió el partido en el gobierno, pero no han cambiado la ineficiencia de las autoridades. La mala organización de la SEP sigue afectando a millones de educandos, y el gobierno está más preocupado por controlar el pensamiento y la acción de los maestros, fomentando el individualismo, que en mejorar la educación. Pero al igual que entonces, se incuba el coraje, el malestar crece y en su momento, volverá como tsunami la justicia de Fuenteovejuna. Hoy más consciente, más organizada y más permanente.
[1] Diario UnomásUno, 4 de mayo de 1983. Desplegado de la CNTE. “Repudio total a la violencia generada por los dirigentes del SNTE”.
[2] Jorge Alonso: “Los movimientos sociales en el Valle de México”, 1986. Colección Miguel Othón de Mendizábal.
[3] Raúl Trejo Delarbre: Crónica del Sindicalismo en México, Ed. Siglo XXI y UNAM, primera edición 1990, pág. 108
[4] Fuenteovejuna es una obra teatral de Lope de Vega, que relata una historia del levantamiento del pueblo ante el abuso de poder del Comendador, que pretendia abusar de Laurencia ejerciendo el derecho de pernada o de la primera noche es juzgado y muerto por el pueblo indignado de tanto crimen. La unidad de todo el pueblo es la base del triunfo. No hay ningún vecino que, aun bajo tortura, señale al autor directo de las muertes, es el pueblo el que se rebela y ejerce la justicia, quien ante la insistente pregunta del juez: ¿Quién mató al Comendador? respondía una y otra vez: Fuenteovejuna, Señor. ¿Quién es Fuenteovejuna?. Todo el pueblo, Señor. Hermosa historia del triunfo de la justicia popular.
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